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Revista Servicio 275

Editorial

Discípulos y Misioneros

Gratitud por el Documento de Participación

A pocos meses de la celebración de la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y del Caribe, en el Santuario Mariano de Aparecida, Brasil, el Documento de Participación ha sido más que un instrumento para aportar a la reflexión de los Obispos; ha querido suscitar también un gran movimiento de reflexión en el seno de las parroquias, comunidades, movimientos eclesiales y demás instituciones de la Iglesia, acerca de nuestras responsabilidades para la edificación de la comunidad eclesial y asumir nuestra vocación de discípulos y misioneros de Jesucristo en una época de grandes cambios culturales.

¿Cómo asumir evangélicamente en el futuro próximo la participación como forma permanente de discernimiento eclesial? He podido constatar que el Documento ha sido valorado como un medio para reflexionar y descubrir agradecidos los dones del Señor en la historia, para formular los nuevos desafíos que nos plantean la cultura y las ideologías actuales y para diseñar el aporte eclesial de modo que el Evangelio del Señor sea conocido por todos. “Con este documento de participación se ha querido dar un paso más por el camino del encuentro con Jesucristo vivo. Son tantos los desafíos al inicio del tercer milenio que marcan nuestras vida personal, familiar, pastoral, comunitaria y social, que queremos descender hasta llegar con profundidad al sujeto que les dará respuesta, después de encontrarse con el Señor”, señala el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo de Santiago y Presidente del CELAM, en la presentación del documento preparatorio.

La actitud del creyente

Lo propio del creyente es la actitud agradecida del hijo que sabe que todo es gracia y, por lo mismo, se pone a disposición de un proyecto eclesial que no es obra humana, sino apertura al Espíritu Santo que construye y anima a la Iglesia. Esto implica desterrar las actitudes reivindicativas propias de un emancipado. Es la actitud existencial del hijo menor de la parábola del hijo pródigo, antes de su conversión y del descubrimiento de la gracia de ser hijo. Actitud previa de ese hijo menor que se asemeja también a la del hijo mayor, incapaz de descubrir la gratuidad de ser parte de la casa paterna.

Contemporáneamente a la recapitulación de los aportes a nivel nacional para llevarlo a la Asamblea Plenaria de los Obispos en noviembre, en nuestro país hemos vivido un mes de la patria que ha puesto en evidencia algunos de los grandes temas de fondo que constituyen desafíos centrales para la sociedad en su conjunto y su futuro: la defensa de la vida y de la dignidad de la persona humana, la promoción del valor de la familia, las opciones humanizadoras en la educación, el respeto de los valores espirituales y cristianos de nuestra cultura, traducidos en virtudes humanas en la convivencia. Todos ellos son temas que nos tocan directamente en nuestra acción evangelizadora. Por ello debemos prepararnos para dar respuestas evangélicas a los desafíos de la cultura actual.

Los cristianos encontramos en Jesucristo, que es el Camino, Verdad y Vida, las respuestas para iluminar estos desafíos. En la reflexión sobre el discipulado como camino de encuentro con el Señor, y en su proyección misionera como fermento en la vida social, podemos encontrar valiosas pistas para iluminar el camino a seguir en este tiempo. En todo esto, el gran animador es el Espíritu Santo; y cada uno de nosotros seremos colaboradores de este tiempo de gracia, en la medida que nos ayudemos en un discernimiento espiritual purificado de ideologías, prejuicios y partidismos. Solamente desde la apertura a la acción vivificante del Espíritu brotarán frutos de conversión a Jesucristo y seremos idóneos en la misión eclesial que desea impulsar la V Conferencia “para que nuestros pueblos, en Cristo, tengan vida”.

Cristián Contreras Villarroel
Obispo Auxiliar y Vicario General de Santiago
Secretario General de la CECH