Nuestros hermanos mayores
Después de estos meses de verano en que gran parte de los chilenos tiene la posibilidad de tomar un merecido descanso y dedicar un tiempo especial a la vida en familia, hemos querido relevar, en estas páginas de SERVICIO, a los más sabios del hogar: los adultos mayores.
En un contexto en que la tercera y cuarta edad se convierten en una oportunidad de negocios para diversos rubros del mercado y en un sujeto de cuidado para varias instituciones públicas y privadas, desde la Iglesia aportamos una mirada pastoral, a partir del Evangelio, cuidando la dignidad de nuestros “hermanos y hermanas mayores”.
Sabemos que los abuelitos muchas veces son los arrinconados del hogar, las voces ignoradas, las historias excluidas. En ese sentido, no sólo nos preocupa el cuidado de su salud física y mental. Quisiéramos que sean acogidos y valorados en el lugar que se merecen en la familia, que se respete su dignidad, que se escuche su historia de vida, que es el único modo de poner a las generaciones en diálogo. También su vida espiritual debe contar con los espacios para desarrollarse.
Aprovechemos el tiempo para hablar en el hogar sobre aquello que la enseñanza de la Iglesia ha denominado “carismas propios de la vejez”: la gratuidad, una dimensión tan ignorada por la cultura dominante, demasiado ocupada e indiferente; la memoria, que nos trae a la vista el sentido de la historia y la propia identidad; la experiencia de vida acumulada que es tan o más sabia que las respuestas de la ciencia y de la técnica; la interdependencia, en un contexto de individualismo y abandono de los más débiles, y una visión más completa de la vida. desde la edad de la sencillez, de la contemplación, de una perspectiva más amplia de la vocación y dignidad del ser humano.
Se preguntaba el Santo Padre Benedicto XVI en abril de 2008: “Ante la crisis de la familia, ¿no se podría recomenzar precisamente de la presencia y del testimonio de los abuelos, que tienen una solidez mayor en valores y en proyectos?”. Ciertamente los valores afectivos, morales y religiosos de los adultos mayores son un tesoro para la sociedad de hoy: sentido de responsabilidad, el valor de la amistad, una sana concepción del poder, prudencia en los juicios, paciencia y sabiduría, el respeto de la Creación. Los hermanos mayores conocen bien la trascendencia del “ser” respecto al “hacer” y al “tener”. ¡Cuán necesaria es su mirada en estos tiempos que vivimos!
† Santiago Silva Retamales
Obispo auxiliar de Valparaíso
Secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile