Cristo, roca firme
Volver a la vida cotidiana después del histórico episodio del rescate de los 33 mineros de Atacama es un desafío que no sólo toca a los hermanos de la mina San José y a sus familias. Como también interpela a la sociedad chilena en su conjunto, quienes creemos en Cristo tenemos algunas luces y pistas que proponer.
Mucho se ha hablado en estos meses sobre la precariedad que caracteriza diversos ámbitos de nuestra vida y convivencia social, entre ellos las condiciones de seguridad en el trabajo. También, con el correr de las semanas, la invasión de las luces, las portadas y la fama en la vida de los mineros también ha mostrado que estos destellos son tan efímeros como precarios, y lamentablemente cuando se abusa de esta humana historia de coraje y fe se termina denigrando a sus protagonistas.
Volver al Chile bicentenario “post-33” ha significado también y muy dolorosamente encontrarse frente a un proceso de reconstrucción a medias, incompleto, cubierto de asuntos pendientes que no admiten mayor dilación. El clima inestable y la actividad sísmica que no se detiene nos formulan, además, nuevas preguntas sobre el modo en que las instituciones hemos respondido a la emergencia.
La imagen del hombre que construyó su casa sobre roca (Mt 7,24-27) ha estado muy presente en este tiempo en las valiosas Semanas Sociales de este año que hemos querido recoger en las páginas de SERVICIO. La pregunta que el entonces Presidente de la Conferencia Episcopal formulaba en la Liturgia de acción de gracias por la vida de los mineros, “¿cuál es la calidad de los cimientos sobre los que construimos nuestra vida familiar y social?”, es una interrogante que nuestra Pastoral no puede eludir.
También en el seno de nuestras comunidades eclesiales hace bien dejarnos interpelar por la pregunta sobre el fundamento, que mira al sentido primario de la vida, que toca los valores y que apunta hacia la médula de nuestro discipulado misionero: cómo el encuentro con Cristo ha transformado radicalmente nuestra vida y nos pone en disposición de servicio permanente y efectivo.
Que el tiempo de Adviento que nos aprestamos a vivir a partir del domingo 28 de noviembre sea una oportunidad de insertar estas reflexiones en un proceso maduro de conversión que nos motive a “nacer de nuevo” (Jn 3,3-21), a entrar en la “cápsula Fénix” que nuestra vida necesita para salir de soledades, oscuridades y miedos, y acompañar desde este renacer, la Natividad de nuestro Señor.
† Santiago Silva Retamales
Obispo auxiliar de Valparaíso
Secretario General de la CECh