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Revista Servicio 285

Editorial

Vivir el Misterio

ETiempo de retorno a la “normalidad”. Así se nos presenta el mes de marzo, con el regreso de muchos al trabajo y al estudio, una época en que se inician planes y proyectos, se gasta más de lo que se tiene y en que, por lo mismo, se invita a contraer deudas. Este año, es marzo el momento que la Iglesia nos ofrece para contemplar, vivir y celebrar el misterio central de nuestra fe: la Pascua de Resurrección.

Los preciosos contenidos que la liturgia nos propone para este tiempo - y que en esta edición de la Revista Servicio ponemos en especial relevancia -, nos ayudan a vivirlo en sintonía perfecta con el sacrificio del Señor y a admirar ese amor inmenso del Padre Creador hacia sus hijos. Lo ha dicho bellamente el Papa Benedicto XVI en su última encíclica: “El hombre tiene un valor tan grande para Dios que se hizo hombre para poder com-padecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre, como nos manifiesta el relato de la Pasión de Jesús. Por eso, en cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y el padecer” (Spe Salvi, 39).

Qué hermoso sería que pudiéramos poner, en los planes y proyectos de este año, la impronta del misterio pascual. El calendario nos regala una pausa en este mes de inicio de trabajos, una pausa sagrada que invitamos a fructificar. ¿Qué lugar ocupa Dios en nuestros planes y proyectos? La pasión y la cruz de Cristo, ¿de qué manera le hablan a nuestra vida personal y social? ¿Cómo vivimos el gozo de la resurrección? ¿Cómo testimoniamos con nuestro modo de ser y obrar esta gran noticia que es el fundamento de nuestra fe? Hace bien plantearnos estas interrogantes justo en los tiempos en que nos lanzamos a la rutina cotidiana. Porque hace bien poner a Jesús en el centro, interpelándonos a crecer en la caridad y en la esperanza cristianas.

Al camino de la cruz, cuyo sentido se revela en la tumba vacía del Resucitado, podemos unir las estaciones de nuestros propios calvarios, de la fragilidad humana que se expresa en el pecado personal y en sus consecuencias sociales traducidas en miedo, desconfianza, prejuicios y violencias. En la mañana alegre de la Resurrección se inspira nuestra esperanza. El Santo Padre nos recuerda que el presente, aunque sea fatigoso, “se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino” (Spe Salvi, 1). En un año de elecciones que ha comenzado con episodios violentos, la búsqueda incesante de los caminos de la razón y del diálogo honesto requiere actitudes cada vez más esperanzadoras de parte de todos. Vivir plenamente el misterio pascual es la mejor vía para renovarnos en la esperanza de Cristo, la única que no defrauda porque descansa en su promesa.

Cristián Contreras Villarroel
Obispo Auxiliar y Vicario General de Santiago
Secretario General de la CECH